Un día, una mujer lo vio y se enamoró de él. Se quedó mirando su vuelo con la boca abierta de admiración, con el corazón latiéndole más de prisa, con los ojos brillantes de emoción. Lo invitó a volar con ella, los dos viajaron por el cielo en completa armonía. Ella admiraba, veneraba, adoraba al pájaro.
Pero entonces pensó: << tal vez quiera conocer algunas montañas distantes>>. Y la mujer tuvo miedo. Miedo de no volver a sentir nunca más aquello con otro pájaro. Y sintió envidia, envidia de la capacidad de volar del pájaro.
Y... se sintió sola.
Y pensó: << voy a poner una trampa. La próxima vez que el pájaro venga, no volverá a marcharse>>.
El pájaro que también estaba enamorado, volvió al día siguiente, cayó en la trampa y fue encerrado en su jaula.
Todos los días ella miraba al pájaro. Allí estaba el objeto de su pasión, y se lo enseñaba a sus amigas, que comentaban: << Eres una persona que lo tiene todo>>. Sin embargo, empezó a producirse una extraña transformación: como tenia al pájaro, y ya no tenia que conquistarlo, fue perdiendo el interés.
El pájaro, sin poder volar mi expresar el sentido de su vida, se fue consumiendo, perdiendo el brillo, se puso feo, y ella ya no le prestaba atención, excepto para alimentarlo y limpiar su jaula.
Un buen día el pájaro murió.Ella se puso muy triste y no dejaba de pensar en él. Pero no recordaba la jaula, solo recordaba el día que lo había visto por primera vez, volando contento entre las nubes.
Si profundizase en si misma descubriría que aquello que la emocionaba tanto del pájaro era su libertad, la energía de las alas en movimiento, no su cuerpo físico.
Sin el pájaro, su vida también perdió sentido, y la muerte vino a llamar a su puerta. << ¿Por qué has venido?>>, le pregunto la muerte.
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